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Albee en esencia, Ribera en presencia

EN PLATEA | FERNANDO SOLLA
El Teatre Tantarantana presta sus Baixos22 para que la compañía El Eje nos regale una de las joyas de la temporada. Masticar hielo es un momento escénico estelar de setenta y cinco minutos de duración. Una magnífica versión de Marc Ribera de “¿Quién tema a Virginia Woolf?” de Edward Albee. Tras su visionado, la única que nos parece posible ahora mismo.
La temporada pasada pudimos ver montajes de dos de las piezas de Albee, ambos en Londres. Se trata de “Who’s Afraid of Virginia Woolf?” y “The Goat, or Who Is Sylvia?”. Y sí, tanto James Macdonald como Ian Rickson nos deslumbraron con dos aproximaciones soberbias, fieles tanto al contexto histórico como especialmente al recorrido de los personajes. Beber para olvidar y beber para inventar y trascender las fronteras entre realidad y ficción en plena Guerra Fría (1962) o indagar en la crisis familiar y en los límites de la sociedad liberal estadounidense (2002). Interpretaciones que descoyuntaron nuestras muñecas de tanto aplaudir, extenuados ante la brutalidad de Imelda Staunton y la conmovedora introspección de Damian Lewis, así como la excelente labor de sus compañeros de reparto.
No es mi intención glosar la parrilla de espectáculos disfrutados últimamente ni mucho menos. Volviendo a la obra que nos ocupa, hemos visto en las últimas décadas a grandes intérpretes encarnando a Martha y George. Pero la etiqueta de “clásico” es peligrosa porque muchas veces nos aproximamos con unas expectativas demasiado acomodadas. También con la losa que supone (tanto para el texto como para las intenciones de Albee) que sus personajes se usen como excusa para disfrutar de los “grandes” nombres de la escena. Por supuesto que se necesita de actores competentes, pero creo firmemente que no “sólo” se trata de eso.
¿Y qué es “eso”? ¿Qué sentido tiene aquí y a día de hoy volver a Edward Albee? La respuesta tiene forma de título y es Masticar hielo. También compañía, en este caso El Eje. Y, por supuesto, nombre propio: Marc Ribera. ¿Por qué? Si por algo se distingue la agrupación es por su voluntad de romper tabúes. Y esto no es un enunciado vació o eslogan ornamental. Aquí consiguen precisamente lo más difícil. Es decir, que el balance entre intenciones y resultado sea francamente positivo. Evitar cualquier tipo de autocensura o dogmatismo, libertad aproximativa, naturalización de los desnudos en escena y empoderamiento del género femenino, por citar los que en este caso me parecen más evidentes. Habilidad para elegir un texto que lo permita y no conformarse con que el material elegido sea un pretexto. Llegar a lo más profundo como si de una colonoscopia dramatúrgica se tratara. Y no destripar, sino triar y servir. Transgredir sin más arrogancia que la de comprometerse.
Hiperbolizar con sentido. Construyendo los diálogos y réplicas y manteniendo el estilo plagado de juegos lingüísticos y batallas gramaticales (y ortográficas). Trasladando el ambiente universitario al de los consumidores de arte por poder adquisitivo, no por talento, afición o necesidad de manifestarse a través de la disciplina pictórica. Aquí no hace falta follarse a una cabra para mostrar la soledad del individuo cuando se quiere expresar el pavor a convertirse en proscrito sexual. Basta una eyaculación precoz para plasmar los estrictos parámetros del sexo. Ya no hablemos del amor. Y de nuevo, inventar y repetir, intentar ser otra persona. Más fuerte, más abyecta, más mezquina, más sensible, más cortés, más formal, más desinteresada. ¿Qué más da? Todo falso, todo un disfraz. Y, en Masticar hielo, caerán las caretas. Y tanto que sí.
Masticar hielo es una obra arrebatadora y catártica cuya hostia es tan provocadora como reveladora. Un examen de la condición moderna de un cierto tipo de ser humano muy presente de un modo u otro en nuestra vida diaria. No se puede embrutecer un contenido que ya lo es, pero sí su formato. Y aquí, el triunfo es completo. Como decíamos, Albee en esencia, Ribera en presencia.